Estos pasados días, condicionados por la situación sanitaria, hemos recordado la celebración de dos tradicionales manifestaciones de fe de hondo significado en la trayectoria histórica de la localidad: la fiesta del Corpus Christi y el llamado "Lunes de los frailes". Son estos eventos expresiones que todavía se mantienen en la realidad devocional de nuestra ciudad y que tienen un largo recorrido e impronta. Ponemos la mirada en ellos para conocer su implantación en la población, así como los modos con que se vivieron estos testimonios públicos en tiempos pasados.
La solemnidad del Corpus, que se debería haber celebrado el pasado domingo 6 de junio, después de que se trasladase la festividad de jueves a domingo, dejando sin consistencia el repetido refrán que proclamaba: "Tres jueves hay en el año que relumbran más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión", tomaba entidad en Totana paralela a sus primeros pasos como entidad urbana, pues la cofradía del Santísimo Sacramento, encargada de su desarrollo, destina ya en el siglo XVI presupuesto para su ejecución. La custodia con la sagrada Hostia, procesionaba sobre el llamado "carro triunfante", un carruaje ataviado para la ocasión y en el que se resaltaba el triunfo de la Eucaristía sobre la fugacidad de las cosas terrenales. El tránsito procesional transcurría por las principales calles de la villa, engalanadas para la ocasión, cubiertas de juncos y plantas aromáticas, con altares en determinados tramos. Además de numerosos vecinos, los estandartes de hermandades y cofradías, como también un grupo de danzantes, acompañaban su andadura. Los infantes danzantes, en algunos lugares llamados "seises", bailaban delante de los altares, a la vez que rendían homenaje con sus movimientos al Santísimo Sacramento. En determinados años participaban gentes disfrazadas de demonios que se espantaban ante el paso de Jesús sacramentado, pregonando la capacidad del bien para desterrar las tinieblas.
Unos días después la cofradía del Santísimo Sacramento celebraba nueva procesión eucarística, en esta ocasión por el barrio de Triana, una actuación intensamente arraigada entre los vecinos. Fue por ello que cuando, en 1685, los administradores de dicha cofradía, apoyados por "paniaguados de dichos mayordomos", acordaron suprimir esta actividad, se sucedieron serios disgustos y graves enfrentamientos, levantándose los ánimos del vecindario de aquel sector, lo que provocó que "los vecinos de este barrio (Triana) se dieron por tan ofendidos que, precipitados en ira se hicieron a las armas hasta las mujeres y niños". Esa pasión y recelo tan solo pudo ser calmada con la intervención de las autoridades civiles y religiosas que consiguieron apaciguar los ánimos. Se escribía entonces al monarca presentado la queja del barrio por tan arbitraria decisión y Carlos II decretaba su realización del modo con que secularmente se había venido efectuando. Los procesos desamortizadores del siglo XIX acabaron con gran parte de estas iniciativas y es posible que con la llegada a Totana de los padres capuchinos en 1899 se retomase tan antigua usanza, cobrando entidad esta última práctica en la popular "procesión del Lunes de los frailes".
Juan Cánovas Mulero